*Relato escrito a dúo con María Campra "Encantadora de Cuentos"
Esta noche el cielo está llorando, y sus lágrimas, derramadas sobre mi cabeza, despejan cualquier tipo de duda. No puedo creer que su sorpresa fuera real, sigo siendo una gran actriz, una profesional de la identidad. Puedo cambiar de máscara para cualquier tipo de función, pero estaba allí por una razón, y su reacción; o bien fue la mejor interpretación que mis ojos habían visto, o también trató de ocultar su tentativa.
La duda se abre paso como el agua sobre mi cuerpo. Le amo.
Mañana será el día de las respuestas, sé que no faltará a nuestra cita. En seis años pueden haber pasado infinidad de cosas, en mi caso así ha sido, y aunque él haya podido creer que tan solo ha visto una de mis innumerables caracterizaciones, pronto averiguará que al fin ha descubierto mi verdadera identidad.
Fueron muchos secretos, unos compartidos para el resto del mundo, y los más importantes; los que creamos entre nosotros. Creció un gran conflicto en nuestro hogar, el trabajo que nos unió fue un éxito, pero la ficción se tornó realidad, y sin mencionarlo ni una sola vez, ambos sabíamos que nuestro amor fingido dejó de serlo entre aquellas cuatro paredes.
Prisioneros de nuestros sentimientos reprimidos, llevamos a cabo todas nuestras funciones. Durante mucho tiempo fuimos considerados un matrimonio ejemplar. Nuestros vecinos acabaron siendo nuestros mejores amigos. Tantas veladas con las máscaras puestas, compartiendo falsas anécdotas y riendo sobre divertidos recuerdos que jamás tuvieron lugar. Interpretamos nuestros papeles a la perfección, y nuestro objetivo fue localizado y eliminado sin ninguna dificultad.
Recuerdo aquel desgarrador disparo con total claridad, y al igual que entonces, tras el sutil sonido, y el humeante silenciador, pude sentir que la bala atravesó algo más que el cráneo de aquel hombre detestable, también hizo pedazos mi corazón. Una vez cumplimos nuestras órdenes, debíamos abandonar todo contacto.
Sin mediar palabra, cada uno se subió en su taxi, y sin un adiós, marchamos sin mirar atrás. Supongo que ambos pensamos que el tiempo disiparía cualquier tipo de sentimiento que hubiera nacido en aquel lugar. Nada más lejos de la realidad.
Mi último trabajo ha sido gratamente compensado, sólo de este modo uno logra dejar de ser lo que he sido hasta ahora. Cuando realizas un encargo de tal magnitud, recibes dos cosas, tanto dinero que no podrías gastar en dos vidas, y la jubilación anticipada.
Me muero de ganas de decirte todo aquello que no te dije entonces, que mi amor por ti se tornó real. Conocerás mi verdadero yo. Ahora puedo vivir con quién quiera y dónde quiera. Pero antes debo atar algunos cabos sueltos. Ya no se trata de un trabajo, será la primera vez que mi objetivo provenga de una decisión propia. Una última bala, y al fin seré realmente libre.
Jamás debes enamorarte de un compañero de oficio, eso lo sabe todo buen espía, cualquier asesino a sueldo.
Quedó pendiente una verdadera despedida. El adiós que no nos dijimos.
Llueve sobre mi cabeza, y se despejan todas las dudas. No soporto el agua fría, a mí me gusta hirviendo.
¿Continuará?